El puente entre la economía productiva basada en la energía y la economía de servicios basada en la información
Hace unos pocos días recibía una llamada de un amigo desde Rusia en el que me explicaba con desesperación la situación a la que le había llevado la actual volatilidad en los mercados de divisas. Y su problema, en pocas palabras, era que su producto, competitivo hace sólo dos meses con el rublo cambiándose a 60 con el euro, había pasado a tener una muy difícil venta con el rublo a 80. Y esto había sucedido en un periodo de dos meses.
Una vez más, nos encontramos con los efectos perniciosos que la economía financiera genera sobre lo que podríamos llamar la economía productiva. Bien es cierto, que para los exportadores rusos, la actual situación de su divisa puede suponerles una ventaja competitiva con respecto a sus competidores en países con monedas “fuertes”, pero el efecto, inicialmente positivo, puede igualmente degenerar en breve si la inflación interna les penaliza sus insumos.
En consecuencia, los esfuerzos de los productores por incrementar su productividad para ser más competitivos al final quedan obliterados por factores fuera de su alcance, como son los movimientos de los Estados y sus bancos centrales en su eterna intervención de sus divisas.
Imaginemos ahora un mundo en el que una mercancía se convierte en el patrón o unidad de cuenta para la realización de los intercambios comerciales. Desde el punto de vista práctico, esta situación ha sido la que el mundo ha tenido hasta el abandono del patrón oro, por lo que no necesariamente tenemos que ser muy imaginativos.
Los pros y contras asociados a dicha situación fueron objeto de la aparición de diferentes escuelas de pensamiento económico, que con mejor o peor acierto, abogaban por soluciones para las debilidades del modelo, haciendo hincapié en las ventajas que el patrón oro proporcionaba. Por descontado que la corriente principal de pensamiento económico al final indujo a los estados al abandono del patrón y a la utilización universal de la moneda fiduciaria.
Sin embargo, como hemos visto en la introducción al artículo, no todo el mundo está tan satisfecho como los estados por el empleo universal del dinero Fiat.
Una de las características del patrón oro, que a juicio del autor, constituía su mayor debilidad era precisamente su unicidad. Los debates del bimetalismo, o multimetalismo, reflejan que dicha unicidad era una de las debilidades sobre los que se centraba una gran parte de las críticas.
Siguiendo por tanto en nuestro ejercicio imaginativo, supongamos que pudiéramos emplear una mercancía como patrón, que estuviera en la base de todos los sistemas productivos y que a su vez pueda tomar las suficientes formas para que su producción, uso, almacenamiento y potencial divisibilidad la haga de alcance universal.
En realidad dicha mercancía existe y se denomina Energía.
Estamos acostumbrados a considerar la energía en su vertiente utilitaria como electricidad consumida o trabajo en los medios de transporte, más que como vector energético; petróleo, gas, carbón, uranio, agua almacenada en pantanos, etc.
Pero es como vector energético, cuando su característica de mercancía adquiere todo su valor.
No es muy difícil hacer un ejercicio en el que todos los potenciales insumos en un proceso productivo, sea de bienes o de servicios, tengan una “valoración” en términos energéticos (Kilovatios Hora o Calorías). Igualmente, los productos fruto del proceso serían valorados energéticamente.
Por tanto, como unidad de cuenta, la energía parece un candidato interesante para que funcionara con el nuevo patrón universal monetario.
Por otra parte, una moneda también tiene que tener características que permitan su almacenamiento, transmisión y divisibilidad.
Y en este punto es donde engarzamos la digresión puramente economicista con la componente tecnológica que nos ayuda a conseguir que el patrón energía tenga las características para ser una moneda.
La tecnología que utilizaremos va a ser la de las redes distribuidas con la seguridad de las transacciones entre nodos usuarios garantizada mediante el modelo de cadena de bloques introducido originalmente por el bitcoin.
No es este artículo el lugar indicado para desarrollar los pormenores técnicos de la implementación de dicha tecnología para el uso previsto, pero adelantaremos algunas de sus características generales.
La nueva divisa virtual, a la que denominamos BEE (Bit Energy Equivalent), se define como un instrumento financiero equivalente a un bono de titulización de activos derivado del anglicismo “Asset Backed Security” (ABS).
Los activos que respaldaran la divisa serán productos energéticos almacenados. Dichos productos, y sin ánimo de ser exhaustivos, serán: petróleo y sus derivados, gas natural y sus derivados, carbón, electricidad almacenada y cualquier otro producto almacenable susceptible de ser medido en unidades energéticas. Por tanto, desde el punto de vista técnico-financiero sería precisamente un bono de titulización de materias primas, “Commodity Backed Security” (CBS).
La equivalencia de una unidad de divisa virtual se establece en una tonelada de petróleo equivalente (TOE) que a su vez equivale a 11,628 Mwh.
La red que soporta la emisión y posterior transacción de la divisa virtual estará formada por los emisores de la divisa, el operador de los sistemas de la red y los compradores y vendedores de la divisa.
Los emisores de la divisa serán las compañías que posean activos energéticos. El operador de la red establecerá los mecanismos de control para los emisores, obtendrá los preceptivos permisos de los mercados regulados para la aceptación de la divisa como instrumento financiero y desarrollará los diferentes procesos que permitan las transacciones de la divisa virtual. Compradores y vendedores de la divisa así como los usuarios de la misma podrán desarrollar sus transacciones en mercados y aplicaciones desarrollados por ellos mismos o por terceros.
El bloque génesis para cada nueva emisión de divisa virtual contendrá el certificado de depósito del producto energético almacenado así como las nuevas divisas emitidas. Estas se emitirán en múltiplos de mil unidades.
Las divisas emitidas pueden ser redimidas por su emisor y, por tanto, recuperar el producto en garantía, mediante la compra en mercado de las mismas.
Los propietarios de la divisa virtual tendrán un interés negativo sobre la misma del 6% anualizado que serán los pagos que reciban los emisores y el operador por sus funciones de almacenaje de los productos energéticos y la operación de la red respectivamente.
Las transacciones de divisa virtual en la red no tendrán ningún cargo por parte de esta.
En paralelo al mercado de la divisa virtual se establecerá, por parte del operador de la red, un mercado de CFDs (Contratos por Diferencias) que permita asegurar en el tiempo las diferencias de precio en los mercados de cotización entre los diferentes productos almacenados. Dicho mercado que inicialmente estará suscrito por los emisores de divisa virtual quedará abierto igualmente a los operadores de los mercados energéticos internacionales.
La nueva moneda que se presenta tiene, por tanto, unas características únicas y totalmente novedosas en cuanto al valor de la divisa que es actualmente el de la energía equivalente y los potenciales usos de la misma. No sólo como elemento de pago o de almacenamiento de valor, sino como puente entre la economía productiva basada en la energía y la economía de servicios basada en la información.